
Navidad en la aldea, en el pueblo, en la ciudad.
Navidad en familia, en compañía, en amistad.
Navidad del creyente, del ateo, qué más da.
Navidad recordada, y de niños, no era igual.
Navidad en mi tierra.
Navidad en el campo.
En mi pueblo que aún pequeño,
estaba algo más poblado.
Pueblo y pueblos de campos,
que con el paso del tiempo,
van quedando más yermados.
Ausencia de algún vecino
a quien siempre recordamos.
Mis recuerdos navideños:
Heladas, escarcha, frío.
“Chupiteles” en tejados.
Algunos de los mayores,
sabañones en las manos.
Las estufas de piñones
con la gente alrededor,
parloteando, mayormente,
de asuntos del labrador.
En el bar del teleclub,
en su punto de reunión.
Manos muy frías y rojas.
Trozos de calle con hielo.
La tierra helada y muy dura.
Sin bombillas navideñas.
Pero Navidad al fin.
Con nacimiento en la iglesia.
Petición del aguinaldo
por las casas calentitas.
Saludando a tus paisanos.
La familia toda en casa
con ambiente muy hogareño.
Con la “gloria” quema y quema,
calentito desde el suelo.
Tu familia toda en casa.
Ningún añoro de niño.
De mayor es diferente.
Los recuerdos, la añoranza.
Las personas que quisimos.
Navidad de las ausencias.
De los padres que no están.
De los hermanos distantes
que quizá no volverán.
Pero, si tenemos hijos
en edad de no añorar,
disfrutemos hoy con ellos,
y así podrán recordar
la Navidad con sus padres
que ya nunca olvidarán.
La Navidad, sin dudarlo,
es la fiesta de los niños.
Los mayores disfrutamos,
si por un momento al menos,
conseguimos transformarnos
en infantes como ellos.
Que nunca desaparezca
de nosotros la ilusión,
la magia y la inocencia,
la intención de ser mejor.
De preocuparnos del prójimo,
de ayudar a los demás,
de procurar recordar
lo que se nos inculcó.
Ojalá siempre deseemos
e intentemos conseguir,
lo que todos merecemos
una Navidad Feliz.
Todos los días del año.

17 de diciembre de 2015
Un placer para mí que este poema se publicara en un periódico de mi tierra. El periódico se llama La mar de campos. Gracias a Jorge Estébanez, persona por la que siento un gran aprecio desde hace ya muchos años.
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Tu paseo por todas las Navidades me ha traído a la memoria las mías siempre acompañada de familia y amigos en mi eterna aldea gallega, en una vieja casa de piedra con una lareira siempre encendida. Gracias. Un saludo.
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Me alegra que revivas tus recuerdos. Mi pueblo, pequeño pueblo de Valladolid, es frío, frío y seco, y en invierno es duro. No suele nevar, pero la escarcha por las mañanas hace que esté blanco hasta que el sol lo deshace. En las casas de adobe o tapial se aguantaba muy bien con las que llamamos glorias. Túneles por debajo de la casa que se «enrojaban» y era un calor distinto. Además teníamos las lumbres y todos al lado de ellas, a su calor. Unos recuerdos de niño que no se olvidan.
Aprovecho para decirte que me encantan tus dibujos. Un saludo y Felices fiestas.
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Muchas gracias con mis mejores deseos en estas fiestas y siempre.
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