«Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo después, de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros, medianos
y más chicos,
allegados son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos».Las coplas de Jorge Manrique por la muerte de su padre siempre me hacen reflexionar y mucho sobre la vida y la muerte.
La vida es un don que debemos apreciar siempre, y no perder nunca su auténtica esencia de don. Independientemente de las creencias de cada uno tenemos que valorar la vida en su justa medida. Debemos aprovecharla, disfrutarla y tener presente que realmente se acaba, tal como la conocemos al menos. Y además aunque dé de sí, se pasa, y una vez pasada, casi siempre suele parecer que se ha pasado de una forma rápida. Por eso hay que dar valor a las cosas que realmente lo tienen.
Pensemos qué es lo que realmente nos hace ser felices.
Disfrutar de la vida creo que es sencillo, aunque a veces nuestro ego, nuestro orgullo, nuestras debilidades no nos deja ver lo realmente importante.
Una vez que tengamos garantizadas nuestras necesidades básicas, cosa que en verdad gran parte de personas no las tienen, deberíamos pensar en procurar que el resto pudieran tener esas necesidades cubiertas, lo cual evitaría posiblemente gran parte de los graves problemas de la humanidad.
Por supuesto que está fuera de nuestro alcance individual arreglar el mundo, pero sí contribuir en la medida que podamos a aportar nuestro pequeñísimo granito de arena.
Pero retomando el tema personal, como decía, una vez garantizadas nuestras necesidades básicas, debemos pensar en lo que vale la pena.
¿A quién no le gusta hacer y ver sonreir a un niño?, ¿qué trabajo cuesta ser amable, educado, tratar con respeto y ayudar a la gente?. Simplemente tomar unos vinos, pasear en bicicleta, ver una puesta de sol, ver amanecer. Ver amanecer o anochecer desde ciertos sitios es una auténtica maravilla, y no hace falta ir a la Alhambra de Granada, aunque no está nada mal. Disfrutar con la familia, los amigos, con la gente en general. Sentirse querido o al menos respetado por cómo uno es. Incluso disculparse cuando se mete la pata. Probemos a ver.
Se me viene a la cabeza en este punto una frase de Shakespeare que decía: «Sufrimos mucho por lo poco que nos falta y gozamos poco por lo mucho que tenemos».
No puedo acabar este escrito sin recordar a mi querido profesor D. Francisco Blanco, director del Colegio San Buenaventura de Medina de Rioseco durante muchos años. El me enseñó este poema de Jorge Manrique y otras muchísimas cosas de una manera que es difícil olvidar y no apreciar. Gracias a D. Francisco. Un hombre que aprovechó su vida de una manera excepcional, sin duda alguna.
24 de enero de 2015