En un pueblo no lejano,
en unas tierras muy llanas,
en un invierno muy frío y
con mucha, mucha escarcha.
Al lado del cementerio,
en una iglesia caída,
San Juan se llamaba el templo,
allí se nos iba el día.
Entre aquellas viejas ruinas,
una tarde coincidimos,
poco a poco intimamos,
y al final nos conocimos.
Tú eras un bella niña,
yo sólo un adolescente.
Los dos unos soñadores,
seguidores de utopías,
de amores de para siempre,
de gracias y de alegrías.
La vida de cada uno
siguió diferentes vías.
Después de unos cuantos años,
otro invierno coincidimos.
Esta vez en un colegio,
donde nuestros hijos iban.
Apenas nos dijimos nada,
con las miradas valía.
Volvimos a aquellos tiempos,
de gracias y de alegrías,
y aunque sólo un momento
vivimos la fantasía.
Se nos vino a la cabeza
aquel no lejano pueblo,
y aquella iglesia caída,
al lado del cementerio.
Te ví. Y seguías siendo
aquella bellísima niña.
5 de diciembre de 2016