El tren partía y vi como mi hermana, que había ido a despedirme, me decía adiós con las manos. A la vez que el tren aumentaba la velocidad sentí como aumentaba mi pena al alejarme de Valladolid.
Iba camino a La Coruña, ciudad donde nunca había estado. Ni siquiera conocía Galicia. Tenía un camino de doce horas, sí doce horas, y no sabía qué iba a encontrar allí.
Iba contento porque La Coruña representaba el inicio de mi nueva vida, nueva situación, pues suponía dejar de depender económicamente de mi familia. Empezaba a obtener los frutos de una vida hasta entonces de estudio.
Ilusionado, pero con pena a la vez. Mi hermana me acompañó a la estación. Cuando tuve que subir al tren y vi a mi hermana cómo me decía adiós, sentí como me despedía, en cierto modo, de mi vida de chaval, que empezaba a dejar atrás.
También empecé a ver a mi hermana como una persona adulta y dejé de verla como mi hermanita a la que no contaba ninguna de mis inquietudes por considerarla demasiado pequeña para comprenderlas.
Pensé ya podré contarla mis cosas.
Agosto 2014
Hola, me encanta lo que escribes ,porque lo dices como lo sientes, me he emocionado al leer tus publicaciones.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias M. Carmen por tomarte la molestia de mandarme este comentario. A mi me emociona también que alguien al leer mis cosillas se emocione con ellas. Es una sensación muy gratificante y muy especial, porque nunca sabe uno si es capaz de transmitir al escribir lo que uno siente. Esto da mucho ánimo.
Gracias de nuevo por tu comentario y un saludo afectuoso.
Me gustaMe gusta