Era siete de noviembre
en un mundo muy, muy plano.
Yo ilusionado esperaba,
mientras, todo divisando
desde una simple atalaya.
Todo, hasta el fin del horizonte.
De repente muy, muy rápido
un montículo aparece.
¡Qué distinto del paisaje!
Singular, diferente.
¡Todo igual, y ese contraste!
Fantástico, espectacular.
Va acercándose,
va creciendo.
Sólo a él puedo mirar.
Se acerca,
sigue creciendo.
Intenta e intenta andar.
Es mi placer,
es mi vida desde entonces.
Es mi sueño hecho real.
Mi principito, mi esencia,
mi primera bendición.
Cada siete de noviembre.
Luego está el ocho de abril.
Parecía que sería
otro día como tantos.
Sin embargo, se me da
mi segunda gracia ahí.
Mi rey David aparece.
La luz,
la alegría, la risa.
La raíz de los deseos.
La travesura genial,
la dulzura de los sueños,
la inteligencia mordaz.
La picaresca del niño.
Aquí el paisaje reacciona
se cambia a su voluntad,
pues David nunca se esconde
sin querer se hace notar.
Todo el entorno comprende
que llegó su rey sin más.
5 de noviembre de 2016
Preciosa interpretacion de los dias que te cambiaron la vida con la llegada de tus retoños. Da gusto leerte. Saludos.
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Gracias M Carmen por tus palabras. Un abrazo y mis mejores deseos para ti y los tuyos.
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Muy linda la entrada, saludos
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Gracias Daniella por leer y comentar. Me alegra que te guste. Que tengas un lindo fin de semana. Saludos.
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Gracias igual para ti, abrazos…
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